Los
lápices acuarelables vienen siendo una de las fuentes de paz mental y placer
más importantes en mi vida actual. Los compré hace unos años (justo a tiempo
porque el precio se fue por las nubes) y los guardé. Me faltaba esa iniciativa,
esa inspiración para usarlos. Por suerte, ese momento llegó y me significó un
gran cambio.
Ya van
varios trabajos que nacieron de un dibujo previo, hecho con esos lápices.
La
máscara de post anterior fue producto de un dibujo asi. Y si bien quedé
bastante conforme con el lienzo, no llega al nivel de amor que tiene el dibujo
inicial. A veces pasa, no logramos satisfacer las expectativas propias.
Pero en
el caso de la Monstruita, el resultado si logró superar al dibujo inicial. Si
logró satisfacer mis expectativas.
Ante un
período de mucha ansiedad, logré bajar la velocidad y hacer paso por paso con
total naturalidad. Hubo una pequeña pausa, pero hay que tener en cuenta que
estaba trabajando en tres lienzos (pequeños) a la vez. Tuve una semana de
fluidez absoluta con los tres proyectos y todo se frenó por culpa de la
frustración que generó uno de ellos (que van a ver dentro de poco).
Pero la
Monstruita fue pacífica. Tuvo cambios con respecto al plan original, pero no
fueron producto de la frustración ante no lograr lo que tenía en mente. Sino
que fueron producto de ideas que fueron naciendo con el proceso. Todo con mucha
paz mental, cosa que necesitaba porque ese otro proyecto me estaba amargando y atentando
contra mi paz.
Hice
cambios a mi proceso habitual, no hubo color negro. Cosa muy extraña en mi
trabajo. Siempre termino delineado en negro, siempre. Es mi estilo. Pero
necesitaba cambiar, hace rato que venía pensando en intentar ese cambio. Si
bien, el delineado negro da una sensación de fuerza y carácter, la Monstruita
estaba planeada para ser delicada. Y el negro parecía un impedimento para ese
objetivo.
Dentro
de la paleta, elegí un color oscuro y acorde al objetivo.
Y fue
altamente placentero.
Con
ustedes, la Monstruita en lienzo.
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